EL PROFESIONAL DE LA ESPERANZA
"Un homenaje a los profesores, cuyo trabajo y dedicación ensalza el autor, que reclama un reconocimiento social y visible para estos profesionales."
Los buenos maestros enseñan no sólo lo que saben, sino lo que son, y esto es lo que incorporamos a nuestro ser. Motivan, incitan, hacen cuestionarse y alcanzan el difícil objetivo de que los alumnos internalicen sus enseñanzas. Nadie olvida al gran maestro, "a mi maestro", que enseño a pensar, a vivir, a discernir lo bueno de lo malo.
Se nos ha olvidado la reivindicación permanente que debemos a nuestros maestros, de aquel de quien aprendí todo lo positivo que hay dentro de mí, de quien lo recibí todo de forma discreta y generosa. Que me enseñó a respetar y ser respetado. Aquél que transpiraba vocación. Aquél que pone su mano en tu hombro y percibes que apoya, anima y empuja. Que te mira y es una invitación al diálogo educativo que nace de la confianza, que genera un ambiente respetuoso y sano para expresar libremente las ideas.
Maestro, un silencio, una palabra, una actitud, una presencia imperceptible. Aquél que iluminó el territorio sin descubrir de la felicidad infantil, que nos acompañó por las arenas movedizas de la adolescencia y nos transmitió la ética del trabajo bien hecho, del que aprendimos a enfrentar el sufrimiento de frente, a compartir la alegría, que nos desveló que la muerte da razón a cada día que amanece y que nos señaló que la clave de la vida es el amor. Aquella mujer o aquel hombre que permitió que captáramos que somos maestros de nosotros mismos.
Es fácil reconocer el verdadero magisterio, pues se caracteriza por ser generoso a la par que exigente. Acompaña hasta el umbral del propio espíritu del alumno y le enseña los valores de la vida.
Maestro, el que forma, educa, ayuda y moldea. El que enseña a amar la palabra. El que despierta y estimula vocaciones. Aquél que gusta de las lecturas.
Quien fomenta la curiosidad, y estimula la capacidad crítica. Regala el sentido deportivo de la vida: saber ganar y saber perder. Nos aproxima a lo que somos, naturaleza y a respetarla.
Constructor del presente y de futuros, el maestro es un referente, un ejemplo vivo y continuado. Es una autoridad moral y ética. Ocupa y completa el papel de la familia. Resulta irremplazable en la construcción de la personalidad del individuo.
El verdadero desafío de un maestro es no sólo enseñar contenidos, sino preocuparse por conocer las necesidades de los alumnos. Cumple su función educativa, pero además adopta el papel de referente y a veces de confidente/consejero. Estaremos de acuerdo en que un maestro puede llegar a enseñar, pero se precisa a un alumno que realice el difícil acto de aprender. Por eso es fundamental que los padres valoren y transmitan a los hijos el cariño, respeto y gratitud a los maestros, que estén en continuo contacto con los mismos, que escuchen sus argumentos, que sancionen a sus hijos por su bien cuando el profesor haga saber conductas que los requieren.
Y es que existe la percepción de que la norma y la sanción se han diluido, cuando no desaparecido, por lo que los profesionales se encuentran sin instrumentos para establecer unas correctas pautas de comportamiento.
Evitemos la ley del péndulo, del niño atemorizado al educador paralizado. En muchos hogares y centros educativos hoy reina la permisividad, es necesario recuperar la autoridad, que no autoritarismo, para lo cual es preciso el empleo del esfuerzo y la disciplina. Mantener un orden estructura una personalidad más sosegada y equilibra-da. El hábito, el ritmo, la regularidad son útiles. Las normas, la sanción son necesarias, educativas.
El 5 de octubre de 2004 publicaba en el Diario de Navarra un sentido homenaje "Al Maestro" a los incansables, a los promotores de la Humanidad y recordaba unas palabras de su majestad la Reina Sofía pronunciadas en el homenaje que les tributó la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción: "Entrañables hombres y mujeres encargados de facilitar a los niños, con cariño y dedicación, el delicado paso del ámbito familiar al ámbito menos protegido, más público y más social de la relación colectiva".
Profesores y maestros, orientadores son en gran medida responsables del desarrollo de la curiosidad intelectual y del deseo de saber. Fórmese a los maestros, a los profesores en el uso y aprovechamiento de medios audiovisuales, dótese a colegios e institutos de medios, pero primordialmente y desde el hogar, créese un ambiente que propicie el contacto con el maestro con la valoración que su incomparable misión requiere.
El contacto padres-tutores es esencial. Abordemos la sensación de ambos de estar desbordados por los cambios, por las demandas. El reconocimiento social al igual que pasa con los médicos debe hacerse visible. El mundo aplaude a aquellos que son maestros en su arte o profesión. ¡Cuánto más debe hacerlo con los maestros de la educación!
Javier Urra es Dr. en Psicología, especialista en Clínica, Forense. Primer Defensor del Menor y Patrono de Unicef
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